Sunday, June 18, 2017

El Norte es una Quimera III

Vuelve nuestro amigo Manuel Losada con su afilado verbo pero esta vez, lejos de dejar en evidencia alguno de los mitos de la "industria" del rock, pone el dedo en la llaga de ese fundamentalismo rockero que pretende erigir en dogma un fragmento del pasado en detrimento de nuevas formas de expresión que, necesariamente, nacen con cada nueva generación. Claro que suscribimos todo el artículo y por eso destacamos en cursiva lo que nos parece el meollo de la cuestión. ¡Que lo disfrutes!

Los que ya tenemos una cierta edad normalmente nos quejamos de que estamos llegando a viejos e incluso los achaques de nuestro cuerpo nos corroboran que ese pensamiento es cierto. Más allá de mi situación de salud (algo fuera de lo que podríamos considerar normalidad para el común de la gente), es cierto que ya empezamos a requerir hacer un mayor esfuerzo para leer, hacer ejercicio y a más de uno ya le ha tocado su correspondiente prueba de próstata (aunque no lo reconozca).  

Se puede decir que físicamente hay un montón de indicativos del paso de la edad, algunos evitables, otros no tanto. Sin embargo, a nivel mental la vaina también va palo abajo y un síntoma inequívoco de que ya nos estamos convirtiendo en el Doctor Chapatín es cuando soltamos afirmaciones del tipo "ya no se hace música como antes". Aunque personalmente pienso que lo peor es cuando, en un ataque de sapiencia y sabiduría rockera, somos capaces de ningunear y menospreciar a las nuevas generaciones por su desconocimiento de ese pasado, de ese "antes" supuestamente mejor.

Puedo decir que no soy el más indicado para hablar de la actualidad musical ni de los nuevos géneros que pululan por ahí. Estoy más centrado en el cuidado de mi enfermedad y en mi recuperación que en descubrir música, sin embargo, hay algo que me choca de frente como una gandola cada vez que leo comentarios por ahí haciendo referencia a la juventud y su ignorancia:

Es muy fácil menospreciar el desconocimiento de una generación desde el altar que nos construimos (o que algunos nos construyen), solidificado en muchos casos sólo por el paso del tiempo. Somos capaces de reprocharles su ignorancia sin hacer el sano ejercicio de recordar nuestros orígenes, cuando de imberbes éramos capaces de cantar como cheerleaders el "Rock You" de Helix. Recuerdo una anécdota cuando, con 12 años en el colegio, un tipo dos años mayor que yo me preguntó por Venom, era tal mi ignorancia que a mi ese nombre me sonó a marca de cigarro. Lo que más me jodió no fue que ese tipo me hablara de algo que no conocía, sino más bien el aire de superioridad que de repente se le insufló en el espíritu cuando percibió mi desconocimiento... ¡Y eso que el pendejo ese solo tenía dos años más que yo!

Imaginen ahora lo que puede sentir un chico de unos 17-20 años cuando de parte de los veteranos de la escena reciben su respectiva dosis de clase magistral sobre lo que es verdaderamente válido en el rock y demás pajas mentales que se nos cuelan en el cerebro cuando nos vamos volviendo viejos. Escuchamos anécdotas que nos dan risa, como la de dos chicos que fueron a un concierto de Iron Maiden y quedaron gratamente sorprendidos al ver como "versionaban" a Cradle of Filth haciendo "Hallowed be thy Name", o cómo un chico escribió en una web que no entendía que Overkill incluyera "Emerald" como bonus track cuando sin duda es una de las mejores canciones del disco.  

El problema no es que de risa. El problema es cuando hacemos de eso una burla y nos olvidamos de que todos en algún momento de nuestras vidas hemos sido unos ignorantes. Incluso ya de mayores, con la sabiduría que dan los años, camuflamos nuestra total ignorancia sobre las tendencias más actuales del rock defendiéndonos con la peregrina idea de que la verdadera esencia de la música está ¡qué casualidad! en las vainas que escuchábamos cuando crecimos. Con estas afirmaciones no nos damos cuenta de que estamos disfrazando nuestras carencias, nuestra incapacidad de adaptarnos a los nuevos tiempos y, a la vez, estamos despreciando a esa generación que se supone es nuestro relevo.

El asunto es la tolerancia, la permeabilidad a través de la comprensión y el entendimiento de que cada generación ha sido y será diferente. La evolución está ahí y la historia también. Lo más seguro es que uno de cada diez chicos que escuchan nuestra música se interesen por el pasado y si somos objetivos, esa es la proporción que se cumple generación tras generación (¿quién no tuvo un pana rockero en el colegio que después dejó de escuchar música?). No está de más que recordemos que para unos el rock es una religión pero para otros es una simple distracción, un divertimento, un mecanismo para alcanzar momentos particulares de felicidad. Posiblemente en un futuro sean sustituidos esos momentos por una película o por un partido de béisbol. Como tal debemos respetarlo.

Así que dejemos un poco el onanismo y recordemos que los tiempos pasados eran de una forma por algo.  El mundo ha cambiado y con él la forma como disfrutamos de la música. No dejemos que nos vean como unos viejos cascarrabias del rock.

Manuel amonestando al niño por no rendir culto al verdadero Metal


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